“Nosotras las nombramos bordando”: mujeres se unen para bordar en memoria de las víctimas de feminicidio en Morelos. | ||||||
El colectivo “Las nombramos bordando” nació en 2020 después del feminicidio de Ingrid Escamilla, desde entonces se reúnen para bordar y nombrar a las mujeres que han sido víctimas, pero también para reivindicar el papel del bordado en el arte. | ||||||
Martes 22 de Julio de 2025 | ||||||
Por: animalpolitico.com | ||||||
![]() |
||||||
En las paredes del estudio de María Antonieta De la Rosa cuelgan mantas con los bordados que han realizado en plazas públicas de Cuernavaca, y aquellos que reciben por paquetería desde otros lugares del país. En ellos se leen los nombres de las víctimas, así como los municipios y fechas en los que fueron cometidos los feminicidios, piezas con las que el colectivo “Las nombramos bordando” genera memoria y denuncia, a través del arte, esta problemática. El colectivo fue fundado en 2020 por María Antonieta, artista textil cuyo taller “y centro de operaciones en el activismo” está ubicado en Morelos. Desde este espacio, explica que comenzó con el proyecto de bordar los nombres de víctimas después del feminicidio de Ingrid Escamilla, “que fue muy sonado a nivel nacional porque fue bastante impactante”, lo que la llevó a articularse con más activistas del estado para realizar acciones para visibilizar a las mujeres que eran víctimas de este delito en su estado. “Aquí es donde convergen mi inquietud y exploración en el bordado con el activismo, porque yo estaba estudiando la maestría en producción artística en la UAEM y estaba investigando sobre el bordado en el arte, y encontré que este fue relegado de las bellas artes, y por ello siempre tuvo un papel invisibilizado, aunque al mismo tiempo ha sido una herramienta que han tomado las mujeres en diferentes momentos de la historia como medio de expresión y de protesta“, comenta De la Rosa. Inspirada en los movimientos sociales que utilizaron el bordado como medio de protesta, la madrugada del 8 de marzo de 2020 convocó junto con otras artistas y activistas a una acción colectiva en Cuernavaca, “y esa noche, en un espacio que había sido refugio para mujeres con problemas de violencia, bordamos una lista de feminicidios que se habían recopilado de 2013 a 2019, y después nos incorporamos a la marcha que se concentró en la Plaza de Armas”. “Con la pandemia tuvimos que dejar los espacios públicos y regresar a las casas, entonces empezamos a convocar a través de redes sociales para que pudieran participar desde la distancia, e incluso se unieron mujeres de otros estados. Poco a poco nos dimos cuenta que bordar un feminicidio era un proceso difícil que necesitaba acompañamiento, y desde entonces cuando bordamos compartimos saberes y reflexiones con todas las personas que asisten o se conectan”, detalla la artista morelense de 38 años. La lista de víctimas por bordar crece todos los días, ya que se actualiza conforme se reportan nuevos casos en medios de comunicación y redes sociales, y cada trozo de tela bordado se integra al memorial textil en el que se concentran los datos de decenas de mujeres acompañados de flores, corazones y otras imágenes a base de puntadas, con las que se les recuerda y se exige justicia. Según las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), entre 2015 y febrero de 2025 hubo 8 mil 508 víctimas de feminicidio en México, y 25 mil 952 mujeres fueron asesinadas de manera intencional. En el caso de Morelos, en el mismo periodo de tiempo el SESNSP registró 341 víctimas de feminicidio y 685 mujeres asesinadas de manera dolosa. El bordado como espacio “de resistencia y acompañamiento” Xóchitl Guzmán es una de las activistas integrantes del colectivo. Psicóloga de profesión, platica que aprendió a bordar desde que era una niña, pero no le gustaba porque consideraba que reproducía los estereotipos con los que ha estado marcada la feminidad. Fue hasta que María Antonieta le propuso esta forma de protesta por las víctimas de feminicidio que retomó esta actividad. “Como muchas mujeres en México, aprendí a bordar en casa, bordaba servilletas o almohadones, pero era una parte con la que estaba muy peleada, porque me molestaba que estereotipaba a las niñas y mujeres, hasta poco antes de 2020, cuando tomé un taller de bordado feminista, y pude ver que en realidad era un espacio de resistencia y acompañamiento. Fue entonces cuando me reconcilié con esta parte”, cuenta Guzmán. Para ese momento, Xóchitl ya llevaba años de trayectoria en el activismo, pero desde otras expresiones, y a invitación de María Antonieta se sumó a la iniciativa de conformar un grupo de bordadoras para esta labor, que describe como algo “hermoso, pero que es doloroso, porque hay mucho esmero, creatividad y dedicación de las compañeras, pero lo que se bordan son casos de feminicidio“. La psicóloga de 38 años destaca que a pesar de ser una actividad con la que “tocan algo tan doloroso, hay momentos para la risa, para la broma y para hacer alianzas; quienes participamos tenemos la oportunidad de conversar y acompañarnos, sin que sea un espacio terapéutico, pero sí de sostén en el que encontramos una gran fortaleza”. “Cuando bordo me siento más libre y poderosa, aunque sea algo tan delicado puede llegar a ser súper potente, y a la vez traer calma a la mente. Es algo que ha ocurrido gracias a muchas mujeres, algunas que se suman al activismo por primera vez, con quienes estamos construyendo resistencia”. Karime Díaz, bióloga e integrante del colectivo, relata que en su caso, llegó al activismo por el movimiento #MeToo y las denuncias por violencia de género dentro de las universidades, así como los casos de feminicidios de estudiantes que movilizaron a la comunidad universitaria de Morelos, y fue de esta forma como conoció a María Antonieta y a Xochitl, y se sumó con ellas al proyecto Las nombramos bordando. Aunque, al igual que sus compañeras del colectivo, Karime aprendió a bordar desde niña, afirma que la tarea de nombrar a las víctimas de feminicidio no fue sencillo. “Porque cuando te asignan un caso a veces te resuena porque conoces a alguien con ese nombre, o la fecha coincide con algo en nuestras vidas, y todo adquiere un sentido diferente… pero me quedo con la ternura del bordado, como aprendí con mi abuela, porque es una manera de honrarlas con un compromiso muy grande”. Los detalles de cada caso los conocen a través de lo que la prensa reporta del feminicidio. “Aunque en lo personal no me gusta leerlas, porque es muy cruda la manera en la que comunican los feminicidios… entonces, yo me quedo con la ternura, trato de pensar qué le hubiera gustado a esa mujer que yo bordara en su memoria”, expresa Díaz. Aún con lo doloroso que resulta conocer de cerca los casos, la científica de 36 años plantea que “el bordado sana”. “Porque te hace poner toda tu atención, todo tu esfuerzo, todo tu amor y tu ternura en ese momento, e invita a hacer una pausa y pensar en las puntadas, y en mi caso, es una actividad que ha permitido abrir el diálogo con más mujeres cercanas, de todas las generaciones, ya que incluso nuestras madres -que nunca antes habían participado en este tipo de actividades- nos han acompañado en algunas de las acciones”. “La violencia es una realidad que nos toca a todas” Maria Antonieta destaca que el bordado como expresión de protesta tiene historia en Morelos, y se remonta hasta 2011, con el surgimiento de la iniciativa “Bordando por la paz“, que se sumó a las distintas expresiones y movilizaciones que acompañaron al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, en el que una de las figuras principales fue Javier Sicilia, poeta radicado en Cuernavaca. El colectivo Fuentes Rojas propuso la acción de bordar un pañuelo con el nombre o descripción de alguna víctima de la llamada “guerra contra el narcotráfico”, “y fue como una célula que explotó y se dispersó por diversos estados del país”, y aunque entonces no tuvo representantes en Morelos, ahora “Las nombramos bordando” retomó las convocatorias para nombrar, puntada a puntada, a quienes su vida ha sido cobrada por la violencia. Rocío, quien recién se integró al colectivo de bordado, detalla que ella se inició en el activismo durante la pandemia, cuando se enteró del aumento en la violencia de género por el confinamiento de las mujeres en sus casas, lo que la llevó a la reflexión de que “viviendo en un estado tan lleno de violencia como lo es Morelos, no podemos negar que la violencia nos toca a todas“. “Algo que he aprendido de las fundadoras de la colectiva es que el activismo se puede hacer de diferentes maneras”, señala. Aunque no imaginó que el bordado que aprendió desde niña sería una de ellas, ahora es parte de este proyecto que con hilos y aguja “demuestra el coraje que siento y que sentimos por lo que estamos viviendo”, comenta la mujer de 36 años, quien se dedica a la creación de productos digitales. En su caso, conoció a “Las nombramos bordando” por un taller virtual con el que buscaba retomar esta actividad durante la pandemia, y desde entonces ha elaborado piezas en memoria de varias mujeres. “Ha sido un gran reto, porque hay víctimas que no fueron identificadas y la información sobre ellas es poca, pero en las sesiones todas empezamos a rebotar ideas sobre lo que puede ser representativo para recordarlas”. “Ante la violencia feminicida, nosotras las nombramos bordando”, subraya la colectiva que invita a las personas interesadas en conocer más de su trabajo o sumarse a las actividades que realizan a través de redes sociales, en donde pueden ponerse en contacto con las integrantes. Redes de ‘Las nombramos bordando’ Instagram: https://www.instagram.com/lasnombramosbordando/ Facebook: https://www.facebook.com/profile.php?id=100027918235633 Este reportaje es parte de la serie “Artivismo: o cómo el arte puede ser un agente de transformación social”, que presenta Animal Político. Por: Eréndira Aquino |
||||||
|
||||||
Nos interesa tu opinión |
||||||
![]() |
||||||
> Directorio > Quiénes somos |
® Gobernantes.com Derechos Reservados 2016 |