De Veracruz al mundo
Violencia y salud mental en las aulas: una crisis que exige atención integral.
Amenazas, ansiedad y abandono institucional: las universidades mexicanas enfrentan una creciente crisis emocional entre sus estudiantes
Lunes 06 de Octubre de 2025
Por: Excelsior
Foto: .Cuartoscuro / Rogelio Morales
Ciudad de México.- La reciente detención de un estudiante de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), tras emitir amenazas en redes sociales, ha reavivado un debate que se intensifica en México: el vínculo entre salud mental y violencia en entornos escolares y universitarios. Lejos de ser hechos aislados, estos incidentes reflejan una creciente crisis emocional entre los jóvenes, que requiere atención urgente desde múltiples frentes: académico, familiar, institucional y social.

De acuerdo con la Asociación Psiquiátrica Mexicana (APM), entre 2021 y 2024 se incrementaron en un 35% los diagnósticos de ansiedad, depresión y trastornos conductuales en jóvenes de entre 15 y 24 años. Este grupo, que coincide con la población escolar y universitaria, ha enfrentado múltiples factores de estrés: pandemia, violencia comunitaria, crisis económica, y sobrecarga académica.


El caso de la BUAP se suma a una serie de eventos recientes en otras instituciones públicas, como el CCH Sur de la UNAM, donde el asesinato de un alumno en septiembre pasado detonó protestas, denuncias de acoso sexual, amenazas en redes sociales y una revisión profunda de los protocolos de seguridad y salud mental. Estos casos evidencian una realidad inquietante: los entornos escolares ya no son espacios seguros por default.

Diagnósticos ignorados y servicios insuficientes
Expertos en psicología educativa, como la Dra. Rosario Hevia, de la UNAM, sostienen que muchos comportamientos violentos o intimidatorios tienen raíces en trastornos emocionales no detectados ni atendidos a tiempo. "La violencia no surge de la nada. Hay señales previas —aislamiento, cambios abruptos de conducta, expresiones de desesperanza— que deben ser leídas e intervenidas oportunamente", subraya.

Sin embargo, según una encuesta de la Red ProJuventudes aplicada a 1,200 estudiantes de educación media superior y superior en México, solo el 12% ha tenido acceso a algún servicio de salud mental institucional. La mayoría desconoce los mecanismos de atención o los percibe como burocráticos, ineficaces o estigmatizantes.

En el caso específico de la UNAM, tras el homicidio en CCH Sur, la Rectoría anunció un plan integral de atención psicoemocional que incluye brigadas de psicología en campus, apertura de líneas de denuncia y capacitación en primeros auxilios emocionales para profesores. Sin embargo, su implementación aún es parcial y enfrenta resistencias administrativas.


Modelos proactivos y el papel de las redes sociales
En contraste, instituciones como el ITESO (Guadalajara) y la UDEM (Monterrey) han sido reconocidas por programas robustos de acompañamiento emocional. En ellas, los estudiantes cuentan con acceso directo a terapeutas, círculos de escucha, talleres de manejo emocional y vigilancia algorítmica en redes internas para detectar mensajes potencialmente violentos.


El papel de las redes sociales es clave. Según el informe “Juventudes Digitales 2024” del Observatorio Mexicano de Tecnologías Sociales, el 68% de los adolescentes que han emitido amenazas en línea presentaban síntomas de ansiedad severa o depresión no diagnosticada. Las plataformas digitales se han convertido tanto en escape como en campo de expresión de conflictos internos que muchas veces no encuentran eco en la vida offline.

Frente a esta realidad, diversos especialistas proponen estrategias de intervención temprana basadas en el modelo de “prevención terciaria”, que incluye la identificación de factores de riesgo psicosocial, aplicación de encuestas periódicas de bienestar emocional, y fortalecimiento de redes de apoyo entre pares.

Una responsabilidad colectiva y estructural
En entrevista con Editor Científico, la psicóloga educativa Mariana López expone que la solución no es solamente punitiva: "Los jóvenes no necesitan solo más cámaras o policías escolares, sino espacios donde puedan hablar, sentirse escuchados y reconstruir vínculos. De lo contrario, la violencia seguirá reproduciéndose como forma de expresión".

La violencia escolar, además, no es un fenómeno aislado de los contextos sociales más amplios. En regiones con altos índices de violencia comunitaria o criminalidad organizada, los estudiantes están más expuestos a la naturalización del uso de la fuerza como forma de resolución de conflictos, señala un estudio de la Universidad Iberoamericana.

A esto se suma una dimensión de género. La violencia simbólica y sexual también se expresa en entornos escolares, especialmente hacia mujeres y disidencias, como lo han denunciado múltiples colectivos feministas estudiantiles. En CCH Sur, por ejemplo, alumnas reportaron haber recibido amenazas tras denunciar agresiones previas, lo que demuestra la urgencia de protocolos con enfoque de género.

La urgencia de políticas públicas consistentes
Según datos del INEGI, el suicidio es ya la segunda causa de muerte en adolescentes y jóvenes de entre 15 y 29 años en México, una cifra alarmante que debe ser leída en clave estructural. La falta de políticas públicas consistentes en salud mental en el ámbito educativo ha dejado a miles de jóvenes sin herramientas ni contención.

El reto es complejo: requiere presupuestos, voluntad política, formación docente, apoyo familiar y colaboración interinstitucional. Como señala el informe de la UNESCO “Repensar la educación postpandemia” (2023), el bienestar emocional debe ser considerado una prioridad educativa, no un extra.


Algunas universidades han comenzado a integrar materias optativas de salud mental, como parte del currículo. Estas iniciativas, aunque valiosas, siguen siendo marginales. Urge una integración transversal del bienestar psicoemocional en todos los niveles de formación.

Los casos de violencia escolar que se hacen virales son apenas la punta del iceberg. Detrás hay una marea silenciosa de angustia, ansiedad, presión académica y soledad que muchos jóvenes cargan en silencio. Ignorar este fenómeno es condenar a las escuelas a convertirse en campos de batalla emocionales.

Los recientes acontecimientos en la BUAP, la UNAM y otras instituciones deben funcionar como alerta y como oportunidad. La salud mental no puede seguir siendo relegada o tratada como asunto individual. Es, hoy más que nunca, una responsabilidad colectiva.



De acuerdo con información publicada por Excélsior, el caso del estudiante detenido en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) se relaciona con amenazas difundidas en la red social X (antes Twitter), donde se alertó sobre posibles actos violentos en el campus. La Fiscalía General del Estado de Puebla confirmó que el joven fue puesto a disposición del Ministerio Público bajo el protocolo de riesgo inminente, lo que reactivó los debates sobre los mecanismos preventivos dentro de las universidades públicas.

Datos recientes del Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica (SINAVE) muestran que, en los primeros ocho meses de 2025, se registraron más de 127 mil casos de trastornos de ansiedad y depresión en jóvenes de entre 15 y 24 años, un aumento del 14% respecto al mismo periodo de 2024. Este incremento coincide con los reportes del Observatorio Nacional de Salud Mental Universitaria, que ha identificado un repunte sostenido de conductas autolesivas y de riesgo en planteles de educación media superior y superior.

En el ámbito universitario, la UNAM destinó en 2025 alrededor de 42 millones de pesos al fortalecimiento de programas de salud mental y prevención de violencia de género, según su Informe de Responsabilidad Social Universitaria. Sin embargo, especialistas advierten que la cobertura sigue siendo limitada frente a una matrícula de más de 370 mil estudiantes.

El INEGI reporta que en 2023 se registraron 1,736 suicidios entre jóvenes de 15 a 29 años, cifra que representa el 32% del total nacional de muertes por esta causa. Las entidades con mayores tasas fueron Chihuahua, Yucatán y Aguascalientes. Estos datos han impulsado la creación de programas estatales de intervención temprana, como el “Plan Vive” en Nuevo León y la estrategia “Jóvenes en Equilibrio” en la Ciudad de México.

Según el Informe de Salud Mental Escolar 2025 de la SEP, solo el 18% de las universidades públicas del país cuenta con personal especializado en psicología clínica o educativa de tiempo completo. La mayoría de los servicios de orientación psicológica son temporales o dependen de prácticas profesionales, lo que limita su capacidad de respuesta ante crisis.

En el plano internacional, la UNESCO y la OMS promueven desde 2023 el modelo de “Escuelas Promotoras de Bienestar”, el cual propone incorporar la salud mental como componente transversal de los planes de estudio y la formación docente. México se integró formalmente a esta iniciativa en 2024, pero su aplicación efectiva aún se encuentra en fase piloto en 15 universidades.

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