5 poemas de Pablo Neruda, el Nobel de Literatura chileno. | ||||||
Al conmemorar 121 años de su nacimiento, recordamos a un poeta cuya obra sigue siendo de las más reconocidas a nivel mundial por el público de todas las generaciones. | ||||||
Martes 08 de Julio de 2025 | ||||||
Por: Excelsior | ||||||
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Huérfano de madre desde su primer mes de vida, creció en la provincia chilena de Temuco junto a su padre y su “mamadre”, como solía llamarle, Trinidad Candia. Desde joven mostró un impulso creativo inusual, pues a los 13 años ya publicaba artículos y poemas en diarios locales. En 1920, es decir, a los 16 años de edad del escritor chileno, decidió adoptar el seudónimo de Pablo Neruda, con el que firmaría una vasta obra de profundo lirismo y compromiso social. Su carrera literaria despegó con las obras Crepusculario (1923) y Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924), obras que lo consagraron como poeta del amor y la melancolía. Más tarde, con Residencia en la Tierra (compuesto por dos partes, la primera escrita entre 1925 y 1931, mientras que la segunda fue escrita entre 1931 y 1935) y Canto General (1950), Neruda exploró la condición humana, la lucha de los pueblos de América Latina, consolidando una voz poética tan íntima como política. Diplomático, militante comunista, exiliado y Premio Nobel de Literatura en 1971, su vida fue tan intensa como su poesía. Neruda recorrió el mundo, defendió la libertad desde las letras y dio voz a los olvidados. Su estilo evolucionó desde el simbolismo hasta la poesía coloquial y comprometida, con poemas que han trascendido el tiempo y se mantienen vigentes en la memoria colectiva de la literatura universal Murió el 23 de septiembre de 1973, pocos días después del golpe militar en Chile, de acuerdo con el dictamen oficial, debido a una "caquexia cancerosa" por un "cáncer de próstata" con "metástasis" que se indica en su certificado de defunción. Sin embargo, la polémica por su muerte ha sido objeto de debate e incluso la justicia chilena reabrió el caso pues las versiones que señalan que el Nobel fue envenenado no han cesado en décadas. Al conmemorar 121 años de su nacimiento, recordamos a un poeta cuya obra sigue siendo de las más reconocidas a nivel mundial por el público de todas las generaciones, con 5 poemas de su vasta creación literaria. Si tú me olvidas Quiero que sepas una cosa. Tú sabes cómo es esto: si miro la luna de cristal, la rama roja del lento otoño en mi ventana, si toco junto al fuego la impalpable ceniza o el arrugado cuerpo de la leña, todo me lleva a ti, como si todo lo que existe, aromas, luz, metales, fueran pequeños barcos que navegan hacia las islas tuyas que me aguardan. Ahora bien, si poco a poco dejas de quererme dejaré de quererte poco a poco. Si de pronto me olvidas no me busques, que ya te habré olvidado. Si consideras largo y loco el viento de banderas que pasa por mi vida y te decides a dejarme a la orilla del corazón en que tengo raíces, piensa que en ese día, a esa hora levantaré los brazos y saldrán mis raíces a buscar otra tierra. Pero si cada día, cada hora sientes que a mí estás destinada con dulzura implacable. Si cada día sube una flor a tus labios a buscarme, ay amor mío, ay mía, en mí todo ese fuego se repite, en mí nada se apaga ni se olvida, mi amor se nutre de tu amor, amada, y mientras vivas estará en tus brazos sin salir de los míos. SONETO XXII Cuántas veces, amor, te amé sin verte y tal vez sin recuerdo, sin reconocer tu mirada, sin mirarte, centaura, en regiones contrarias, en un mediodía quemante: eras sólo el aroma de los cereales que amo. Tal vez te vi, te supuse al pasar levantando una copa en Angol, a la luz de la luna de Junio, o eras tú la cintura de aquella guitarra que toqué en las tinieblas y sonó como el mar desmedido. Te amé sin que yo lo supiera, y busqué tu memoria. En las casas vacías entré con linterna a robar tu retrato. Pero yo ya sabía cómo era. De pronto mientras ibas conmigo te toqué y se detuvo mi vida: frente a mis ojos estabas, reinándome, y reinas. Como hoguera en los bosques el fuego es tu reino. Silencio Yo que crecí dentro de un árbol tendría mucho que decir, pero aprendí tanto silencio que tengo mucho que callar y eso se conoce creciendo sin otro goce que crecer, sin más pasión que la substancia, sin más acción que la inocencia, y por dentro el tiempo dorado hasta que la altura lo llama para convertirlo en naranja. Bella BELLA, como en la piedra fresca del manantial, el agua abre un ancho relámpago de espuma, así es la sonrisa en tu rostro, bella. Bella, de finas manos y delgados pies como un caballito de plata, andando, flor del mundo, así te veo, bella. Bella, con un nido de cobre enmarañado en tu cabeza, un nido color de miel sombría donde mi corazón arde y reposa, bella. Bella, no te caben los ojos en la cara, no te caben los ojos en la tierra. Hay países, hay ríos en tus ojos, mi patria está en tus ojos, yo camino por ellos, ellos dan luz al mundo por donde yo camino, bella. Bella, tus senos son como dos panes hechos de tierra cereal y luna de oro, bella. Bella, tu cintura la hizo mi brazo como un río cuando pasó mil años por tu dulce cuerpo, bella. Bella, no hay nada como tus caderas, tal vez la tierra tiene en algún sitio oculto la curva y el aroma de tu cuerpo, tal vez en algún sitio, bella. Bella, mi bella, tu voz, tu piel, tus uñas bella, mi bella, tu ser, tu luz, tu sombra, bella, todo eso es mío, bella, todo eso es mío, mía, cuando andas o reposas, cuando cantas o duermes, cuando sufres o sueñas, siempre, cuando estás cerca o lejos, siempre, eres mía, mi bella, siempre. El mar NECESITO del mar porque me enseña: no sé si aprendo música o conciencia: no sé si es ola sola o ser profundo o sólo ronca voz o deslumbrante suposición de peces y navios. El hecho es que hasta cuando estoy dormido de algún modo magnético circulo en la universidad del oleaje. No son sólo las conchas trituradas como si algún planeta tembloroso participara paulatina muerte, no, del fragmento reconstruyo el día, de una racha de sal la estalactita y de una cucharada el dios inmenso. Lo que antes me enseñó lo guardo! Es aire, incesante viento, agua y arena. Parece poco para el hombre joven que aquí llegó a vivir con sus incendios, y sin embargo el pulso que subía y bajaba a su abismo, el frío del azul que crepitaba, el desmoronamiento de la estrella, el tierno desplegarse de la ola despilfarrando nieve con la espuma, el poder quieto, allí, determinado como un trono de piedra en lo profundo, substituyó el recinto en que crecían tristeza terca, amontonando olvido, y cambió bruscamente mi existencia: di mi adhesión al puro movimiento. |
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