Carlos A. Luna Escudero
En nuestra entrega anterior analizamos un hecho incómodo pero ineludible: Veracruz está creciendo… sin incluir a su gente. Expusimos cómo, detrás de las cifras del PIB, se esconde una economía marcada por la informalidad, el estancamiento del empleo formal y una SEDECOP extraviada en su rol estratégico. Concluimos que mientras el crecimiento no se traduzca en bienestar tangible, seguirá siendo una ilusión estadística.
Pero hay otra dimensión del problema que no puede soslayarse: la desarticulación interna de la economía estatal. Veracruz no solo sufre por una institucionalidad débil o una informalidad estructural; también está atrapado en un modelo productivo fragmentado, donde el campo, la industria y los servicios funcionan como sectores aislados, sin coordinación ni propósito común.
En esta columna nos proponemos ir más a fondo: diagnosticar esa dispersión, sector por sector, y plantear una hoja de ruta para integrar las piezas de un modelo económico dislocado. Porque mientras cada sector camine por su cuenta —sin estrategia, sin innovación, sin sinergias—, Veracruz seguirá siendo una tierra con enorme potencial… desperdiciado.
En 2025, hablar de la economía de Veracruz es enfrentar una paradoja inquietante: un estado rico en recursos naturales, potencial productivo y ubicación estratégica, pero atrapado en un ciclo de fragmentación, rezago estructural y ausencia de una visión integral.
Esta economía, que debería ser una locomotora del sureste mexicano, se presenta como un rompecabezas desarticulado, donde cada sector funciona con inercias distintas, desconectado del otro y sin una hoja de ruta común.
Los datos recientes revelan una realidad ambigua. A nivel macroeconómico, el estado muestra cierta actividad en todos sus sectores, pero el crecimiento es desigual, frágil y en muchos casos, insostenible. Las cifras no reflejan la profundidad de los problemas: precariedad laboral, informalidad dominante, escasa innovación, abandono institucional, falta de infraestructura estratégica y una desconexión total entre el conocimiento académico y la práctica económica.
A diferencia de otros estados que han logrado transformar sus condiciones con políticas públicas inteligentes y alianzas multisectoriales, Veracruz permanece atado a inercias del pasado. Este texto propone, desde nuestra modesta pespectiva, un diagnóstico crítico y una batería de propuestas que buscan restaurar un propósito común en la economía veracruzana.
Sector Primario: Riqueza mal cosechada
¿Qué incluye este sector?
● Agricultura
● Cría y explotación de animales
● Pesca y caza
● Aprovechamiento forestal
El campo veracruzano, pese a un crecimiento anual del 4.6%, no representa un verdadero motor de bienestar. Apenas aporta el 0.2% al crecimiento estatal acumulado de 2024. ¿La razón? Su productividad está sostenida por una mano de obra empobrecida, sin acceso a crédito, a seguros agropecuarios ni a innovación tecnológica. Aunque productos como café, caña, cítricos o carne mantienen al estado en los primeros lugares nacionales, esa abundancia no se traduce en prosperidad.
Y que decir del sector pesquero, con una producción que disminuye, contaminación en aguas ribereñas y de litoral, sin desarrollo en acuacultura y camaronicultura, sin una red estatal de frio que permite que los pescadores estén en manos de coyotes.
La desconexión entre las universidades y el campo condena al agro veracruzano a seguir atrapado en métodos tradicionales. La biotecnología, las técnicas agroecológicas y la agricultura de precisión son avances lejanos, reservados para foros académicos y no para parcelas reales. Sin programas estatales de transferencia tecnológica ni incentivos para la asociatividad, el campo seguirá siendo refugio de pobreza, no de desarrollo.
Propuestas urgentes:
● Agroparques regionales que procesen y den valor agregado a la producción.
● Financiamiento especializado para enfrentar el cambio climático.
● Seguro agropecuario universal que garantice la sobrevivencia de los pequeños productores.
● Escuelas de campo para formar líderes rurales en técnicas agroecológicas y sostenibles.
● Establecer a través de la Dirección Estatal de Pesca, una red de frio y precios de garantía para los productos del mar.
Sector Secundario: El gigante dormido
¿Qué incluye este sector?
● Minería
● Manufactura
● Construcción
● Electricidad, agua y gas
Con un crecimiento anual del 8.6% y una contribución del 6.9% al crecimiento estatal, el sector industrial muestra cifras alentadoras... en el papel. La realidad es otra: una industria desconectada de la innovación global, con infraestructura obsoleta, y sin una estrategia para insertarse en los nuevos flujos del comercio internacional.
Veracruz debería ser líder nacional en manufactura avanzada, dada su ubicación geográfica privilegiada y su infraestructura portuaria. Pero los puertos de Coatzacoalcos y Tuxpan requieren modernización urgente. Mientras estados como Nuevo León o Jalisco diseñan clústeres industriales y aprovechan el nearshoring, Veracruz sigue sin una política industrial clara.
Las PYMES industriales, que deberían ser el corazón productivo del estado, están marginadas del crédito, sin redes de innovación, y limitadas a mercados locales de bajo valor agregado. Además, no existe un programa serio de transición energética en el sector industrial: Veracruz sigue dependiendo de energías fósiles en un contexto global que demanda sostenibilidad.
Propuestas clave:
● Rehabilitación profunda de puertos y carreteras industriales.
● Incentivos fiscales inteligentes ligados al nearshoring y a encadenamientos productivos.
● Clústeres sectoriales en agroindustria, energía renovable y manufactura avanzada.
● Transición energética con paneles solares y bioenergía en zonas industriales.
Sector Terciario: Mucho movimiento, poca transformación
¿Qué incluye este sector?
● Comercio
● Servicios financieros, educativos, de salud, culturales, profesionales y gubernamentales
● Transporte y comunicaciones
● Actividades inmobiliarias
● Servicios personales y profesionales
● Turismo y recreación
Este es, por mucho, el sector con mayor participación laboral: el 58.1% de la población activa, pero más del 70% de ella se encuentra en la informalidad. Aquí se concentra la mayor expresión del fracaso económico veracruzano: una economía terciaria enorme, pero desorganizada, improvisada y precaria.
La informalidad no solo reduce la recaudación fiscal, sino que genera empleos sin seguridad social, sin acceso a pensiones y sin derechos laborales. Y mientras tanto, el Estado observa desde la distancia sin implementar estrategias de formalización progresiva, digitalización o acceso al financiamiento para pequeños negocios.
El turismo, otro sector con enorme potencial, se encuentra mal articulado. Hay esfuerzos aislados en Xalapa, el puerto de Veracruz o Papantla, pero no existe un plan maestro de turismo cultural ni estrategias de sostenibilidad. Veracruz podría ser un destino líder en turismo ecológico, gastronómico y arqueológico, pero sigue ausente de la conversación nacional.
La economía digital también está rezagada. La mayoría de las empresas no tienen sitio web ni redes sociales activas. Las universidades no vinculan su investigación con empresas reales, y los municipios no digitalizan sus trámites, lo que incrementa la corrupción y la ineficiencia.
Propuestas clave:
● Programa estatal de formalización progresiva, con incentivos y acompañamiento.
● Digitalización total de trámites y servicios para PYMES y emprendedores.
● Red estatal de turismo cultural y ecológico con identidad veracruzana y enfoque sustentable.
● Plataformas de innovación universidad–empresa con financiamiento mixto.
Conclusión: De la dispersión al propósito común
Veracruz no necesita crecer más; necesita crecer mejor. La fragmentación actual de su economía no es solo resultado de un contexto adverso, sino del abandono de políticas públicas de largo plazo. Cada sector económico opera como una isla, sin coordinación ni sinergias. La falta de planeación estratégica, el clientelismo político, y el desprecio por el conocimiento técnico han llevado a una economía sin brújula.
Este diagnóstico no es una sentencia, sino una invitación. Veracruz puede redefinir su modelo económico con base en sus fortalezas naturales, su capital humano y su ubicación geográfica. Pero eso requiere liderazgo político, inversión pública con visión territorial, y una alianza real entre sociedad civil, academia, sector privado y gobierno.
El futuro económico del estado no puede seguir dependiendo de los ciclos del azúcar o del vaivén de las remesas. Veracruz debe apostar por una economía diversificada, digital, sostenible e inclusiva. Y para lograrlo, es imprescindible dejar atrás la improvisación y abrazar una planificación estratégica audaz, crítica y comprometida con las próximas generaciones.
El crecimiento económico sin empleo formal es una ilusión estadística.
Hasta que la expansión del PIB no se traduzca en más cotizantes ante el IMSS, salarios dignos y reducción de la pobreza, Veracruz seguirá atrapado en un modelo que suma números pero resta bienestar.
La economía estatal tiene todo para ser motor regional: ubicación estratégica, recursos naturales, infraestructura portuaria y talento humano. Lo que falta es una estrategia que convierta esas ventajas en desarrollo inclusivo.
2025 es un punto de inflexión. O aprovechamos el crecimiento para construir un modelo económico que genere oportunidades reales, o seguiremos atrapados en la trampa de la informalidad y la precariedad laboral.
La tarea es urgente: dignificar el trabajo, fortalecer la base productiva y cerrar la brecha entre cifras macro y bienestar cotidiano. Veracruz no necesita más discursos; necesita decisiones que transformen su economía en un verdadero motor de desarrollo para todos.
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