Hace no mucho tiempo el gobierno de la presidenta Sheinbaum envió casi una treintena de reos de alta peligrosidad (29), para apaciguar los ánimos de Míster Trump y su equipo, cuando habla de intervenciones y de dar manga abierta a las agencias estadounidenses, para que ataquen a los narcos terroristas mexicanos. Pues ayer mismo otros 26 narcos VIP se fueron a las cárceles estadounidenses. Eso hizo que la misma Embajada americana y el gobierno de Trump aplaudieran la acción. “En todos estos casos, la decisión es por la seguridad de nuestro país. Son decisiones soberanas, no tienen que ver con una petición, aunque muchos de ellos tienen peticiones [de extradición]”, ha informado la presidenta este miércoles en su conferencia diaria en Palacio Nacional”. Está bien, todos sabemos que desde las cárceles mexicanas siguen los delincuentes haciendo extorsiones vía telefónica y secuestros y las peticiones de cuotas. Las autoridades mexicanas han recalcado que la entrega de los 26 narcotraficantes —que estaban recluidos en diversas prisiones y, han indicado, “representaban un riesgo permanente a la seguridad pública”— se ha dado en apego a la Ley de Seguridad Nacional y tras el compromiso de Estados Unidos de que no se solicitará para ellos la pena de muerte, aunque sí la cadena perpetua. Esta nueva extradición atípica, pues formalmente no es tal, ocurre en medio de las ya rutinarias presiones comerciales de Trump, y días después de que el mandatario estadounidense ordenase a su Ejército atacar directamente a los carteles del narcotráfico más allá de las fronteras de EE UU.
O sea que, tranquilo, míster Trump.
CALUMNIA, QUE ALGO QUEDA
Ahora está de moda que las políticas, más las mujeres, demanden a los columnistas y periodistas a que se retracten porque, dicen que las injurian y difaman en razón de género. Así ocurrió cuando un tribunal estatal ordenó a unos periodistas a pedir disculpas a Layda Sansores. Sin que la hubieran calumniado ni nada por el estilo. No les gusta la crítica y como tienen todo el poder, pues el poder es de ellas. Por siempre, la calumnia servía para denostar. Se usaba en diversas formas, desde las comunicaciones de lavaderos, hasta los panfletos. Hubo mucha gente que panfleteaba, por calumniar a algo o a alguien. Jamás esos bárbaros escudados en el anonimato pagaron con brillantes sus pecados. Cuando algunos periódicos comenzaron a enviar señales malas, las demandas se ponían a la orden del día. Napoleón decía que ‘el mal de la calumnia es semejante a la mancha de aceite: deja siempre huellas’. Voltaire llegó a decir: “Calumniad, calumniad, que algo quedará”. Yo creo que el más grande calumniador y pinocho mentiroso de la historia fue Joseph Goebbels (estos canijos eran muy inteligentes, lástima que usaron su inteligencia para la maldad, Goebbels fue doctor en Filosofía en la Universidad de Heidelberg), político y orador alemán. Ministro de Propaganda del Führer, el lugarteniente de Hitler que le veía todo lo de medios. Lograba decir: “Más vale una mentira que no pueda ser desmentida que una verdad inverosímil”. Así engañaba a su patrón este sujeto criminal. Calumnias ha habido muchas y algunas muy famosas, pero la de estos periodistas contra Layda no eran calumnias, eran verdades. Adónde vamos a parar, diría El Buki.
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