La política es una actividad necesaria en todo conglomerado humano, sin esta actividad la convivencia social estaría en caos permanente, es la política el firme sustento del Estado Nación, igual como lo fue del Estado Ciudad. Es axiomático: ninguna sociedad humana subsistiría sin la mediación de la política. Entonces ¿por qué es tan denostada la actividad política? Una primera reflexión sostendría: porque interviene la condición humana, y el hombre sigue teniendo del lado izquierdo el corazón, no ha cambiado desde el inicio de la evolución humana, o, de otra manera, desde Adán y Eva. En política, la gratitud y la lealtad alcanzan rango de virtudes porque es escasa su repetición, rara avis en la actividad política, donde la traición, la deslealtad, la simulación, la ingratitud y la soberbia son moneda corriente. Nada para el asombro, mucho menos para el espanto porque en la historia de la humanidad ese ha sido el rasero de la política en todo el universo. Para hacer política el hombre requiere de características muy especiales, entre las cuales destaca la ausencia de escrúpulos. Es frecuente escuchar que los políticos “de antes” se guiaban por principios, en rudo contraste con el pragmatismo de los de ahora. Pero es frase vana, carente de sustento real porque, arriba ya lo asentamos, el hombre sigue siendo el hombre.
Inspira esa reflexión una carta del general Cándido Aguilar al coronel Tejeda, ambos exgobernadores de Veracruz. Cándido Aguilar fue un connotado militar revolucionario y político de altos vuelos, entre sus logros está el haber sido diputado Constituyente de 1917, secretario de Relaciones Exteriores en el gobierno de Venustiano Carranza (su suegro), gobernador de Veracruz, diputado federal y senador de la república. Vio nacer la carrera política de Fernando López Arias y Rafael Murillo Vidal, con quienes actuó en una de sus fructíferas etapas de su participación política. Tuvo una gran influencia en la región de Córdoba y a su intervención se debe la creación del municipio de Fortín. En misiva dirigida al coronel Tejeda, entonces gobernador de Veracruz, don Cándido le escribe:
“Yo podré ser un rebelde, un descontento de sí mismo, pero nunca un desleal.
¡Cuánto veneno tiene nuestra política! ¡Cuánta deslealtad y cuánta perfidia! ¡necesita el pueblo trabajador barrer con todos los que nos llamamos revolucionarios, por falsos e insinceros, por desleales y mistificadores!
Ojalá y de las masas surjan hombres más leales y sinceros que nosotros, que no engañen al pueblo y cumplan con lo que nosotros ofrecimos y no hemos sabido cumplir. Está tan viciado nuestro ambiente político, que se impone una conmoción social que lo depure… Disculpe mis desahogos, pero francamente no es posible seguir soportando esta situación de intrigas y de mentiras, de perfidias y deslealtades. ¿Será posible que entre nosotros los revolucionarios hayan desaparecido los valores morales? ¡Hasta cuándo seremos sinceros?” He allí la política. ¿Y Bruto contra César? ¿Rómulo contra Remo? ¿Agripina y Nerón contra Claudio? Por los siglos de los siglos. |
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