Por seis votos contra cinco el Instituto Nacional Electoral validó la elección judicial, a pesar de las múltiples irregularidades, algunas reconocidas por la mayoría de los consejeros de ese Instituto. En efecto, más de una de las irregularidades cometidas y descubiertas durante ese proceso electoral pudieran ser consideradas causales de invalidación, no obstante, imperó la ya muy obvia sumisión (colonización, le llaman algunos) de quien preside ese órgano nacido para ser autónomo y garantizar legalidad y confianza en sus veredictos. Boletas sin doblar fueron encontradas en las urnas, urnas conteniendo el cien por ciento de votos, fue tan sucio el procedimiento como el resultado que Martín Faz Mora, consejero del Instituto Nacional Electoral (INE), declaró a López Dóriga que este proceso no debe ser “un precedente para futuros comicios en México, ya que se podría poner en serio riesgo la autonomía electoral”. Faz Mora alude al caso de los acordeones, de cuyo uso derivan “los resultados pues fue de una manera exacta lo que venía en esos acordeones… los resultados coinciden en prácticamente en todos los casos, y esto implicó el que existió algo orquestado y sistemático que atenta un elemento fundamental del voto, que es que debe ser libre y auténtico”. Y, sin embargo, el INE validó esa elección. Ahora, corresponde a la Sala Superior del Tribunal Electoral resolver si declara invalida o ratifica lo dispuesto por el INE. ¿Cuál podrá ser el veredicto del Tribunal Electoral?
Se pecaría de ingenuidad al suponer que el Tribunal Electoral, el mismo que junto con el INE otorgó la sobrerrepresentación legislativa a MORENA y aliados en el Congreso Federal, vote un documento orientado a declarar la invalidez de la elección en comento, salvo que desde la cúpula gobernante se decida algo en contrario la elección de nuevos integrantes del Poder Judicial ya es un hecho consumado. Pero si aquello fuera el caso, ¿desde donde vendría la instrucción, del Palacio o desde alguna selva tropical? El escenario no despierta optimismo porque asistimos a un retroceso institucional que equivale a involución política pues el INE, igual que el TRIFE son fruto de esfuerzos y circunstancias propias de la eclosión democrática de México, paulatinamente fueron fortaleciéndose tras cada proceso electoral recogiendo sus experiencias para madurar los avances, todo para que ahora la picota demoledora los reduzca a la condición de herramientas útiles al gobierno, tal cual fuera en sus dorados tiempos la Comisión Federal Electoral encargada por el gobierno para organizar y calificar las elecciones “democráticas” de este país. Hablamos ya de la misma gata, pero más revolcada. |
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