En la agenda presidencial, las recientes giras de fin de semana han tenido como tema central la inauguración de hospitales, quizás con el propósito de sembrar la idea de convertir al sector salud mexicano en uno de los ejes motivadores del gobierno federal. Aunque ya no se ofrecen servicios de salud equiparables a los de Dinamarca como se adornaba el discurso de AMLO, de cualquier manera ha quedado el prurito de sembrar en el subconsciente colectivo la idea de contar con programas de salud al nivel de “los mejores del mundo”, como se califica al programa de atención casa por casa. Pero en realidad lejos estamos de ese paradigma porque en materia de salud lamentablemente poco tenemos para presumir. Empezando por el acentuado recorte presupuestal al sector salud, reflejado de inmediato en centros de primer nivel como los Institutos Nacionales de Salud que siempre han sido el orgullo de México en la materia: Nutrición, Cardiología, Cancerología, Hospital Infantil, Instituto Nacional de Pediatría, Instituto Nacional de Neurología, Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, etc., que ahora mismo padecen serias restricciones presupuestales que impiden atender con la eficiencia de antaño las demandas de salud cada vez mas exigentes. Ya sin el respaldo del Seguro popular, que sí era seguro y apoyaba a gente de escasos recursos en la atención de enfermedades de gastos catastróficos, hay un mayor número de mexicanos que no acceden a esa atención de alta especialidad. El IMSS y el ISSSTE, magnificas instituciones creadas por el Estado de Bienestar surgido de la Revolución Mexicana, requieren de mayores apoyos y de administración honesta de sus recursos, la enorme demanda los ha rebasado, requieren de equipos médicos, de insumos, medicinas y de especialistas. Apenas cubren, con penuria, la atención básica a su derechohabiencia, por lo cual es un absurdo pretender la “atención universal”, que no deja de ser solo un cuento en la narrativa de la retórica embalsamada desde el poder.
Lo anterior, cualquier derechohabiente del IMSSS o del ISSSTE puede constatarlo. En el Hospital General de Zona, 36, de Cardel, en el de Tarimoya, en el de Coatzacoalcos, en el de Lerdo de Tejada, por citar solo algunos de los “principales”, el sistema de aire acondicionado no funciona, por lo que enfermos y familiares acuden a un hospital con baño sauna. Caso específico; desde el OMSS de Xalapa se derivan pacientes a Cardel, por ejemplo, para la consulta con un oftalmólogo, otros con el urólogo, algunos más con el neurólogo, porque en Xalapa no es posible atenderlos. En Cárdel, el oftalmólogo tendrá que atender en ese baño sauna a por lo menos 10 pacientes adicionales a su consulta programada, los atenderá intercalándolos. El equipo oftalmológico ya presenta signos de obsolescencia pues es un aparato bastante anticuado, a los pacientes con glaucoma no les puede medir la presión del ojo porque el aparato para hacerlo está fuera de servicio; ¿puede un ser humano atender bajo esa presión a un excesivo número de pacientes? Definitivamente no, en términos de eficiencia y buen servicio médico. Ese escenario se replica en todo el sistema de un Instituto, el IMSS, nacido para atender con servicios médicos de calidad a su derechohabiencia, , lamentablemente, la excesiva demanda lo ha superado. En el ISSSTE la situación no es diferente, peor aún porque al menos en el IMSS su disposición tripartita permite mayor vigilancia, pero en el ISSSTE el criterio que prevalece es el del político a cargo de esa institución, en esa circunstancia lógicamente impera la simulación, a través de un discurso en cuya medula se dibuja un escenario donde todo va bien, y por supuesto, “mejor” que en pasado. |
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