Entre las particularidades más destacadas de una democracia está la rendición de cuentas a que todo gobernante está obligado frente a quienes teóricamente le entregan con su voto la oportunidad de servirlos para bien del conjunto social. Para consolidar esa obligación se la inserta en el texto fundamental estableciendo que debe hacerlo ante quienes, también teóricamente, representan a la población. Ese es un sano ejercicio democrático lamentablemente bastante distorsionado en nuestro contexto político porque no siempre lo informado se corresponde con la realidad y pese al engaño la impunidad impera como respuesta. Débase a la debilidad de nuestras instituciones y, por supuesto, también a la inmadurez democrática de la ciudadanía.
De no menor importancia es la participación ciudadana en torno a la calificación relativa al ejercicio gubernamental, porque en nuestro país algunos gobernantes transcurren el tiempo de su ejercicio simulando acciones que no encuentran correspondencia en la realidad. No resulta fácil coincidir cuando se nos asegura que vamos por el camino correcto para alcanzar el bienestar, pero observamos una severa contracción en la inversión pública y la privada. Que para 2026 habrá “más” obra púbica, se anuncia, pero la implementación de los programas de gobierno encuentra dificultad para concretarse debido a insuficiencia de recursos. En el contexto estatal, en la aldea jarocha no se avizora un horizonte muy diferente al federal, partiendo de un primer año de ejercicio con resultados nada alentadores. La gobernadora Rocío Nahle ya cumplió un año en el ejercicio del poder, una evaluación de este periodo debe sopesar que recibió un pesado lastre en materia de seguridad pública, una infraestructura física deteriorada a causa del abandono, un sector agropecuario huérfano de atención gubernamental, un sector salud con pronunciado menoscabo, severo retraso en el sector educativo, consecuencia lógica de su encomienda a quien ni por asomo cubría el perfil para enfrentar sus retos. Para redondear el acabose, el actual gobierno recibió cuentas públicas cargadas de observaciones difíciles de solventar que, por lo hasta ahora observado, por impunidad será casi imposible aplicar las sanciones correspondientes. En suma, ha sido un primer año de aprendizaje forzoso, comenzando por entender que la sociedad no se compone de siervos sino de ciudadanos pendientes del acontecer político, a quienes se debe convencer no imponer medidas que contrastan con la realidad, caso clásico el de imponer por decreto las tarifas de taxis, que ante las resistencias del gremio obligó a dejar en suspenso la medida dictada. Ya inició este gobierno estatal su segunda ronda de seis, Veracruz sigue a la expectativa, muy esperanzado, porque en lo que va del siglo XXI en materia de gobernanza las pérdidas superan a las ganancias. Duarte y Cuitláhuac son la antítesis del buen gobierno, Veracruz ya merece lo mejor. |
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